Se trata de un tesoro que estuvo guardado en el Templo de Jerusalén
hasta el año 70. Se cuenta que la Mesa de Salomón consistía en una tabla en la
que el rey inscribió el nombre de Dios con el que se tendría la forma de
alcanzar el pleno conocimiento y, con él, el pleno poder.La Mesa fue conocida
como el “Espejo de Salomón”. Se cree que estaba hecha de madera y oro con
muchas esmeraldas engastadas. Además se decía que tenía 365 patas. No se sabe
bien si era una auténtica mesa ya que podría ser solamente una tabla, que por
traducción pasó a ser considerada mesa. Salomón al parecer inscribió en ella el
nombre de Dios, es decir, el “Nombre del Poder” o Shem Shemaforash. Este nombre
es un tabú que no se debe pronunciar ya que permite al que lo pronuncia poseer
el poder de la creación. Es el nombre que utilizó Dios para crear el Universo.
Como no podía ser pronunciado, ni tampoco ser escrito, el nombre de Dios no
estaba grabado directamente en la mesa sino que estaba oculto a modo de algún
tipo de acertijo o jeroglífico que permitía descifrar el “Nombre del Poder”
pero sin escribirlo. Las teorías sobre el paradero de la tabla son varias,
destacando el que se encuentra en la catedral de Jaén o en Medinaceli.
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