En el salvaje Oeste se hablaba de la existencia de una mina de oro
situada en los Montes de la Superstición, en Nuevo México. Había pertenecido a
un español, Miguel de Peralta, hasta que él y sus trabajadores fueron
masacrados por los apaches. En 1862, un alemán llamado Jacob Waltz aseguró
haberla encontrado; como prueba, mostraba una cantidad de oro por valor de
60.000 dólares. Waltz no quiso regresar por miedo a los apaches, pero dibujó un
mapa que vendió por mucho dinero. Quienes la buscaron solo encontraron la
muerte.
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